Sorprendente

Por fuera puede parecer un local más de la zona de Cánovas en Valencia, repleta de locales donde picar y comer. Según entras y pasas la barra te vas dando cuenta de detalles que van haciendo de este sitio un lugar atractivo. Coperío y menaje buenos, que permiten el disfrute tanto del vino como de la comida. Separación de las mesas adecuada. Jorge, uno de los propietarios, ejerce de sumiller con un grado de profesionalidad y cercanía del que más de uno debería aprender. El resto del equipo de sala y barra también tienen un trato muy bueno hacia el cliente. La comida más bien de tapeo. Ayer éramos dos personas: media tosta de boquerones y anchoas (muy equilibrada), media de hojaldre con manzana y foie (quizá lo que menos me sorprendió, aunque resultaba agradable), y una ración de gambas (de muy buen tamaño) con una salsa de pistacho. Sobre este último plato era un poco excéptico, pero se convirtió en un descubrimiento. Tanto como para ser una tapa fundamental para probar en El Temple. Con esas tres tapas cenamos a gusto. Las raciones son abundantes y una tosta completa casi es excesivo (conviene pedir medias y probar varias). La carta de vinos bastante equilibrada, con el número de referencias adecuadas al tamaño del local: correcta selección de valencianos y un recorrido por otras DOs españolas aceptable, incluyendo espumosos de calidad. Precios más que correctos (Venta del Puerto 12 euros, Soledad -Álvarez Nolting- 16 euros)...

El único "pero" es que si hay mucha gente se nota algo de ruido de fondo.

El café es de lo mejor. Y, para el que le guste, es importante acabar con un buen gintonic (tienen selección de ginebras).

Tapas, café y vino: 23,5 euros por persona.

Volveré seguro.