Una gran sorpresa

Alojados en un pueblo cercano, decidimos visitar las grutas de este bello pueblo y, atraidos, por el bello entorno, acabamos quedándonos a cenar en este restaurante. Se ubica a la entrada del pueblo, cruzando una impresionante pasarela de hierro. Aconsejo visitar la página web para comprobar la situación privilegiada del local: amplio mirador al valle, con praderas donde pasta el ganado y el embalse al fondo. Comedor super rústico, bien decorado y servicio muy atento. Lástima el mantelito de papel, no así las servilletas, y las copas para el crianza que tomamos.

Compartimos las entradas: revuelto de hongos (genial), pates artesanos (ricos) y pimentos al ajillo (más flojo). De segundo coincidimos las nueve personas: solomillos de buey (unos con salsa de queso, otros con salsa de hongos). Excelente tamaño, calidad y punto. Muy buenos, de verdad. Los postres que probamos no eran de los artesanos y, por tanto, no opino.

Tomamos un Luis Cañas crianza con las entradas (copas pequeñas) y un Rioja Bordón Reserva con las carnes (nos sacaron copas más adecuadas y se decantó el vino sin pedirlo pues era del 98). La carta apenas tiene unas 10 referencias, los precios de los cuales (13 y 20) no puedo juzgar pues desconozco el precio en bodega.

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