Calidad en un ambiente informal

Siguiendo la estela cada vez más numerosa de lo bistrónomico aterrizamos ayer por la noche en este local que creo que lleva 7-8 meses abierto. 3 jóvenes emprendedores, como se presentan en su web, que se lanzan a la aventura de ofrecer elaboraciones muy logradas en un ambiente informal y en el barrio más canalla de Barcelona. La experiencia, en general, ha resultado altamente recomendable. Cenamos estupendamente y con un servicio muy atento.

La idea de Cuatro parte de las medias raciones, es decir, de una cena donde acabes probando 4-5 platos. Una media ración resulta escasa para compartir así que para una cena de 4 personas, como fue el caso nos recomendaron pedir dos medias raciones de cada plato. Es un consejo acertado. Empezamos la cena con los harumaki de bacalao y chistorra a modo de snacks. Muy conseguidos aunque honestamente me costó identificar por donde andaba la chistorra. Seguimos con el canelón de wan-tan con verduras y salsa tártara, las verduras cortadas en juliana muy finas y la salsa muy suave. Perfecto. A continuación unos calamarcitos a la plancha con salteado de alcachofas y butifarra negra. Estaban francamente buenos aunque nos llegaron un pelín fríos e igualmente costaba encontrar la butifarra negra. El siguiente fue un excelso risotto de caldo de gallina y queso mimolette. Genial, cremoso, comme il faut!!. Para acabar nos trajeron su versión del mar y montaña, pollo con vieira y manzana ácida. Muy bueno. Mención aparte merecen los postres. Pedimos las cuatro opciones de las cual disponen y probamos un poco de cada una. Imposible decir cuál es mejor: persoanalmente me encantó la sopa de tokaji, fruta de la pasión, espuma de coco con sorbete de mandarina. Igualmente a un gran nivel la torrija de café con caramelo. Para los amantes del chocolate sirven un bizcocho de ídem con virutas calientes por encima. Un placer. Y por último el brownie de chocolate blanco, macadamias y sorbete de ruibarbo. Acomapañamos la cena con un St. Urbans-hoff 2009, un riesling de la zona del Mösel, muy goloso, con notas de miel, cítricos y flores blancas. Un riesling a un precio razonable (21 €). Copas Stölzle y cubertería correctas.

El servicio muy atento en todo momento, intersándose por la evolución de la cena. El único pero fue que en algún momento la espera entre platos se alargó en exceso, un ajuste que deberían cuidar siempre desde el encomiable esfuerzo de preparar los platos al momento. El local tiene un toque definitivamente informal aunque quizá resulte algo frío. Las paredes blancas quizá no ayuden. Igualmente podría estar más logrado el tema de la mantelería, algo que fuera más allá de un salvamanteles de bambú. En fin, pequeños detalles que podrían ayudar, pero en definitiva una experiencia muy agradable y recomendable.

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