Local antiguo. incómodo, ruidoso y con mala ventilación en el centro de Palma.
Mesas pequeñas, ¿sillas? jaja: taburetes culiplanicos, fotos antiguas en las paredes, especialmente de cesta punta (ese frontón con cesta que practican, básicamente, en el Pais Vasco y en Navarra).
A pesar de la mano de pintura que está pidiendo a gritos el local, destila encanto por todas partes.
Copas (¿y eso que es?), aquí todo va en vasos de esos que se usan para la sidra y el txacolí, resto del ajuar: básico, servilletas de papel y mantel inexistente: todo sobre la mesa.
Comida:
Tiene una serie de platos que hacen siempre: bacalao al pilpil, alubias rojas, judiones, chistorras, morcillas, entrecottes, marmitako.....
Los platos se ofrecen de forma oral y algunos están expuestos en la barra del local.
Comimos:
croquetas de cocido (buenas y abundantes)
alubias rojas (sabrosas)
bacalao al pilpil (contundente)
Hacen medias raciones (de agradecer)
Bebimos cañas bien tiradas.
Vino: pocas opciones vimos (de ahí lo de las cañas).
No postre
Café: malo
Servicio de andar por casa
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