En la entrada está la parrilla, donde puedes contemplar como 'encierran' los famosos rodaballos para hacerlos a la brasa.
Un restaurante bonito, elegante, nos atendieron muy bien durante toda la comida, tanto el dueño Pedro Arregi, los camareros y un cocinero, creo que Aitor.
Íbamos a probar el afamado rodaballo, nos comentó el dueño que mejor tomar poca cosa de entrante, así que nos decantamos por unas kokotxas mitad rebozadas mitad a la brasa. Me quedo con las últimas, deliciosas.
El 'pez' nos lo mostraron antes, nos comentó que no tenía nada más pequeño: kilo y medio pesó el angelito, a 68 euros el kilo, calculen ustedes.
Después de presentarlo una vez asado, nos fue repartido los lomos principales, y al centro la fuente con el resto del animal. Es posible que sea el mejor rodaballo que haya comido en mi vida, gran sabor, quizá me lo esperaba aún más 'parrilla', pero la verdad es que estaba delicioso: al rato de estar comiendo llegó Aitor y nos explicó como comerlo: las dos pieles, la clarita y la oscura donde le da el sol y tiene los dos ojos, las ventrescas, los tuétanos, las mejillas, las espinas gelatinosas para chupar... Es una experiencia.
De postre compartimos un helado de queso delicioso.
Bebimos una botella de agua, un estupendo Ossian del 2007, y unos cafés. Precios interesantes, el Ossian estaba a 25 euros.
Excelente atención, Producto con Mayúsculas en la mesa, y un entorno muy bueno. Hay que pagarlo, todo hay que decirlo, pero un día merece la pena darse el homenaje.
La parrilla
El Rodaballo
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