Restaurante de carretera siempre lleno.

Más cerca de Madrid que de Valencia, pero no mucho, exactamente en el kilómetro 124, encontramos este restaurante de carretera que es un punto de parada frecuente para los viajeros que efectúan el trayecto citado.

Un lugar con sabor: decoración rústica, viandas por todos lados, fotos de famosos que han comido aquí abarrotando las paredes…

Para acceder al restaurante pasas por la barra, repleta de tapas, bocadillos y gente, y luego por otra barra-tienda en la que venden productos manchegos de primera calidad.

El restaurante está siempre a reventar y con gente haciendo cola para que le den mesa. Por algo será.

Ese algo, además de su privilegiada ubicación, es una cocina honesta castellano-manchega a buen precio y servida con prontitud, excesiva en algunos casos. Ni los camareros son simpáticos ni el lugar se presta para el relax y la sobremesa. Es lo que hay, y con eso llenan día a día.

Tomamos un buen Morteruelo en sartén, una sabrosas Judías con oreja, y unas Chuletas de cordero a la brasa que no estaban nada mal.

Carta de vinos discreta y clásica, que incorporaba referencias de la zona como la que elegimos, un Finca Antigua.

En resumen, “es para lo que es”: para comer sin desviarte de la carretera, y hacerlo moderadamente bien, rápido y a precio razonable.

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