La isla ofrece pocas alternativas gastronomitas, los locales están enfocados a un turismo muy concreto con el que sobrevivir, y no arriesgan.
Este pequeño restaurante de tres mesas en la terraza y otras tantas en el interior se sale un poco de ese criterio.
Mesas amplias y separadas, con mantel y servilletas de hilo (rara avis en la isla fuera de los hoteles 5* y aún asi).
Comida casera, sin pretensiones pero realizadas con gusto y cuidado. Generosas raciones, buenas las costillas, el carpaccio de bacalao, los langostinos a la gabardina, muy ricos los pimientos rellenos.
Buenos postres caseros.
Carta de vinos testimonial, sin apenas referencias.
El matrimonio Javier y Lissette son muy amables y atentos, eso si, si tienen el restaurante lleno son ellos dos solos, así que paciencia.
Mejor preguntar una vez en la zona
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