Un descubrimiento de calidad.

Entremos en este restaurante un poco a la aventura, por no ir a ninguno comentado anteriormente en Verema, por aportar cosas nuevas, y acertemos, el local es muy acogedor, con una chimenea en un lateral que estaba encendida ya que estabamos a unos 5º +-, todo muy rustico, con dos plantas, nos sentemos en la primera, en una mesita que parecia de las del cole de toda la vida, muy pequeña para mi gusto, pero fué suficiente, tenían las cartas en Francés, Belga y Inglés, bueno, de primero pedimos los famosos moules al vino blanco, los cocinan con cebolla y apio y el vino blanco, claro, estaban muy ricos, son del tamaño de las clochinas, un mejillon pequeño pero gustoso, proseguimos con unas croquetas de cangrejo rey y camarón del mar del norte, deliciosas y grandes, y para comer, dos entrecotte, que venían acompañados de algo que nunca había probado, una endivia a la plancha, que me resulto parecida a una berenjena, llevaba debajo de la carne una salsa de pimienta picada, y brocoli frito, la carne estaba estupenda, justo en su punto de cocción, bueno en cuanto a bebidas, los mejillones y las croquetas con una cerveza que sale en la foto muy rica, y el entrecotte con dos copas de Bourgogne que tambien estaba muy bueno, para los cafes preferimos ir a tomar unos expressos y unos wafles a una cafeteria especializada también en la Grand´Place, en fin, sitio totalmente aconsejable. Y servicio muy atento y simpatico, aunque de español iban un poquito justos, jeje.