Día que no teníamos muy claro que comer, con lo cual optamos por ir a este restaurante-vinoteca que conocíamos de haber estado tomando vinos y en algún caso tostas y para el que teníamos un par de tickets descuento. Lo que habíamos probado estaba realmente bien así que no era arriesgar demasiado.

La comida consistió en lo siguiente:

Aperitivo cortesía de la casa consistente en una espectacular empanada de chistorra.

PRIMEROS A COMPARTIR
- Cremoso de queso de cabra con compota de tomate Raf
- Tosta de ventresca de Bonito del Norte con guacamole en pan paisano
- Ravioli casero de chorizo del Bierzo en salsa de San Simón

De segundo pedimos platos distintos para probar:
- Carrillera melosa de cerdo ibérico y espuma de arroz con virutas de Idiazábal
- Bacalao confitado a baja temperatura con espinaca marroquina

En general todos los platos estaban muy logrados. En los primeros la tosta de ventresca es un seguro, el ravioli casero de chorizo muy logrado con buen sabor y la pasta en el punto perfecto mientras que el cremoso de cabra nos sorprendió por tener que comerlo con cuchara estilo gazpacho.

Ambos segundos muy buenos. A las carrilleras quizás les hubiese venido bien un punto más de cocción mientras que el bacalao estaba en el punto adecuado, con las lascas separándose perfectamente.

A pesar de ir ya un poco "apurados" tomamos de postre Crema Kata 9 similar a la crema catalana pero casera y Coulant de chocolate, ambos muy ricos.

Para acompañar la comida nos tomamos un Milú 2012, Ribera del Duero distinto a lo habitual: menos concentración y estructura. El vino, joven, acompañó bien a la comida. Carta de vinos no demasiado amplia pero sí interesante con bastantes referencias sudamericanas. El servicio del vino consistió en dar a probar y servir la primera copa.

El servicio atento en todo momento y preguntando si la comida era de nuestro agrado (es curioso que sólo preguntan si todo está bueno en los sitios que saben que efectivamente lo está).

Se trata de una muy buena opción para tomar comida muy elaborada a unos precios no demasiado elevados.

Vinoteca situada en los aledaños del estadio de Riazor. Local muy bueno, con una decoración moderna y hecha con buen gusto. Dispone de zona de tapeo y zona de restaurante.
La carta se reduce a 8-10 platos y va encauzada a disfrutar de la oferta de vinos que dispone el local. Cocina de corte moderno, con más luces que sombras: muy bueno el canelón relleno de marisco y el ravioli de pato, bueno el bacalao con cebolla caramelizada y flojo el calamar a la plancha sobre puré de pisto. Su gran talón de Aquiles, EMHO, es el escaso tamaño de las raciones; aunque tengo que decir que en esta cuestión hubo división de opiniones en el grupo. Pero yo nací glotón, que le vamos a hacer. Oferta de vinos muy original, que van cambiando casi mensualmente con referencias desconocidas para el gran público, lo que es de agredecer. Servicio joven, eficaz y muy amable.

La relación calidad/precio la juzgo como normal tirando a baja, fundamentalmente por el tamaño de las raciones (téngase en cuenta en este punto mi reconocida fama de tragón).