Rancho cuartelario

Tenía ganas de visitar este restaurante y maldito el día. Para empezar, te reciben en la calle con un montón de gente porque tienen dos turnos tasados, como los peores hoteles de playa en agosto. Depuse de estar 15 minutos de pie en la calle bajo la lluvia, esperando a que acomoden a toda la gente, nos sientan en un lugar lamentable, en una mesa enana a 10 cm (no exagero un ápice) de la mesa de la derecha y a sólo 2 cm (sí, lo prometo, 2 cm) de la mesa de la izquierda, donde habían embutido a un pobre niño que, cada vez que se echaba para atrás, nos metía toda la cabeza en los garbanzos (y sigo sin exagerar). Tras pedir a gritos un cocido (bastante mediocre, los he comido mucho mejores, sin ir más lejos, en mi casa) vienen los camareros como locos a servir (por no decir tirar) la comida a la vez en todas las mesas, como si estuviéramos en el comedor de la guardería o en la cárcel. No he hecho la mili, pero estoy convencida de que se debe sentir lo mismo a la hora del rancho cuartelario. Todo esto manifiesta una falta de respeto absoluta por el cliente, desde el penoso recibimiento en la calle, pasando por el hacinamiento en el comedor, la horrorosa acústica, continuando por el zafio servicio y terminando en la mediocridad de la comida. Se ve que saben que el 90% de los clientes son turistas que no van a volver. Salir a comer no consiste sólo en "llenar la tripa", sino en estar a gusto y cómodo en un ambiente agradable. Todo lo contrario a este restaurante que no recomiendo en absoluto.

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