GRAN EXPERIENCIA

De visita en Bilbao durante la Semana Grande unos amigos nos llevaron a la Cuchara, de la cual nos habían hablado a menudo. Se cumplieron y se ampliaron las expectativas generadas. Cocina de corte clásico con una materia prima excelente y una muy cuidadada elaboración. Al acabar no pude por menos que expresar mis felicitaciones.

Fuimos a comer y me sorprendió la poca gente que había. Apenas un par de mesas más a parte de la nuestra. No sé si el ser Semana Grande juega a favor o en contra.

En cualquier caso un restaurante con una decoración sobria pero cálida y una buena atención. Destaco especialmente el hecho de haber ido con niños. Fueron en todo momento muy atentos, solícitos y pacientes al respecto. Especialmente agradecidos por este aspecto porque no suele ser lo habitual.

En lo que a la comida se refiere fue francamente excepcional. Las raciones, generosas. Para cuatro personas pedimos tres entrantes, a cual mejor. El arroz cremoso de bacalao, setas y pimientos rojos asados, muy meloso, en su punto, sabrosísimo. El pulpo con mejillones a la sartén con pisto de calabacín, todo un hallazgo, muy recomendable. Acaso el más imaginativo de los entrantes. Creo que el chef haría bien en seguir explorando este camino. Finalmente los hongos al horno con huevo de caserío y foie, también fantástico. De segundos yo tomé un guiso de carrilleras de vaca al vino tinto. Plato contundente, con una cocción perfecta, la carne tierna, tierna y la salsa bien acabada, ni demasiado untuosa ni demasiado desdibujada muy bien. Los demás pidieron solomillo con foie, hongos y salsa de trompetillas, merluza gratinada con txangurro y bacalao con salsa verde con pimientos asados. Coincidencia de todos en la calidad y la buena elaboración. Acompañamos la comida con un Jose Pariente 2008 (D.O Rueda), sorprendentemente apagado, sin fuerza, costaba reconocer las notas frutales características y apenas se notaba su ligero paso por barrica. Nos decepcionó. Siguió un Remelluri Crianza 2007 (D.O.C) sin sorpresas, valor seguro y servido en su correcta temperatura. El servicio de vino se limita a la presentación y el descorche. No hay servicio posterior. En el postre pedimos para compartir el coulant, al cual le faltaba un punto dado que el chocolate interior apenas se deshacía. Mal final para un ágape excelente. Pedí qué opciones de vinos dulces tenían y sólo me dieron opción a un Moscatel o un PX. Demasiado corto habida cuenta de la muy correcta carta de vinos que presentan.

El servicio correcto, amable, sin aspavientos, pero servicial e insisto muy paciente y comprensivo con las dificultades que plantea una mesa con niños.

En definitiva un buen ágape que, sin duda, quedará en el recuerdo y un sitio del que me llevé dos tarjetas. Una para mí y otra para recomendar al primero que me diga que va a ir a Bilbao.

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