En este local me había tomado alguna copa, aún recuerdo el gin-tonic tras la experiencia única en Ricard Camarena, pero no lo concebía como lugar para cenar. Es tan difícil encontrar un restaurante de cocina italiana medio decente que me cuesta decantarme por este tipo de cocina, si no tengo referencias más que fiables.
El caso es que la otra noche primó el hecho de ir con niños y necesitar de una terraza donde poder tenerlos tranquilamente, así que esta fue nuestra opción.
Gratamente sorprendido con este restaurante, tal vez porque las expectativas eran simplemente las de comer algo tranquilamente entre amigos, sin prestarle especial atención a la comida.
Tomamos una ensalada con burrata muy rica, buen queso y buenos tomates son el mejor secreto para este tipo de ensaladas tan prostituidas en tantos locales pseudo-italianos. Una piadina con con fiambres italianos y un toque picante realmente buena, y unos rollitos manjit de carne de cerdo especiada, con un toque más indio que italiano, pero muy ricos. Compartimos una pizza bastante buena, sobre todo porque no es la típica pizza napolitana llena de ingredientes sin ton ni son. En este caso es más estilo romana, con una buena selección de verduras, tomate bastante rico y el toque justo de mozzarella y parmesano.
De postre el tiramisú bastante correcto, me gustan más los que tienen poco bizcocho y más crema, pero este estaba bastante bueno.
La carta de vinos es muy sencilla, pero tiene algunas referencias interesantes, como el Etna, un vino blanco siciliano que acompañó perfectamente a la comida que habíamos pedido.

El servicio va un poco de cráneo, pues era un lunes noche y estaba totalmente lleno, por lo que el servicio se vio resentido. Aún así, no es un restaurante del que esperes un servicio exquisito, así que me pareció más que adecuado, atento, y aunque algo lento, eficiente.

Comí con un amigo en este restaurante, y nos decidimos por el menú (9,5€) del día.
De entrantes tomamos una ensalada (normalita), y un carpacio de ternera, que estaba bastante mejor. Luego los dos optamos por la pizza del día, que llevaba queso gorgonzola, cebolla y longaniza. La verdad es que estaba bastante buena.
De postre, unos tiramisú, buenos.
Para beber pedimos un A2, shiraz, y creo que fué lo más flojo con diferencia, un vino flojo, y me pareció caro (18€)
Terminanos con cafes.

La visita a este local fue fortuita, nada preparada, simplemente nos encontramos en la zona sobre las 23h sin cenar, así que pensamos que este local sí nos daría aun algo de cena.
Y así fue, nos sentamos en la terraza que, aunque las mesas están algo hacinadas y el mobiliario de exterior no es precisamente cómodo, compensa por estar en este enclave bullicioso y espacioso de la ciudad. Me gusta especialmente esta zona por la confluencia de avenidas y calles amplias.
Cocina italiana de calidad media, todo bastante predecible a simple vista y nada que te haga enarcar las cejas ante un nuevo plato que no conocías. Así que sin más pedimos una degustación de foccacias, algo de ensalada y piadinas, que resultó estar muy buena y de generosas raciones, seguida de unas pizzas que nos encantaron. Ojo porque son bastante grandes y costó acabárnoslas por haber pedido más contundentes. La próxima vez creo que una ensalada será la mejor opción.
La carta de vinos es escueta, mucho Lambrusco y poca cosa interesante y el servicio del vino está dejado de lado, aunque tampoco creo que sea este el restaurante donde beber un buen vino.

Así que si se van con estas premisas, no es un local que decepcione y el precio es muy moderado.