Pese a que la dirección oriente poco, este restaurante se encuentra a la entrada del pueblo (según como se entre), en lo alto de una pequeña loma y como parte del hostal de Cañete.
Se trata de un local de decoración rústica, amplio, con techos altos y buena distribución de las mesas, lo que permite dialogar con tus acompañantes de mesa sin tener que gritar.
Cocina de autóctona donde probar un buen ajoarriero, unos zarajos, un morteruelo bastante rico, aunque reconozco que poco conquense por la poca cantidad de hígado que tiene (cosa que personalmente agradezco) o platos principales como la trucha escabechada, bastante correcta, una caldereta de ciervo que quedó algo seca pero de buen sabor o un magnífico cordero al horno perfecto y en su punto.
La carta de vinos es bastante correcta, copas muy mejorables y servicio limitado a abrir la botella y punto. Poca representación de blancos y espumosos aunque también es cierto que la cocina que aquí se sirve va mucho mejor con los tintos, así que esto no es un punto en contra y permite disfrutar de vinos a un precio correcto pero basados en tres zonas: Ribera, Rioja y La Mancha. Afortunadamente la variedad permite una buena opción.
Imprescindible reservar los fines de semana.
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