De toda la vida

Cuando tengo una comida familiar suelo arriesgar poco y decantarme por lo clásico, aquello que sabes no te fallará. El Bilbao es siempre una de esas opciones, como lo fue este pasado sábado.

En el medio siglo que lleva abierto en la calle Perill, es probable que no haya cambiado un ápice su decoración, pero no considero que eso sea un defecto en un restaurante de este tipo. Si voy al Bilbao busco lo auténtico, en absoluto la decoración minimalista sobre un fondo blanco impoluto con camareros barbilampiños impecablemente enfundados en delantales negros. Las paredes están consteladas de cuadros, láminas, afiches y recuerdos que nos narran toda la historia de este emblemático local. Las mesas son de mármol sobre una estructura de forja y la silla de madera bajo mil barnices. En resumidas cuentas, todo el restaurante rezuma un ambiente de acogedora familiaridad, que se ve reafirmada cuando observas que en algunas mesas el trato es el que se dispensa a los clientes de toda la vida.

Sin duda el punto fuerte es la comida. Cocina tradicional, de la de mojar pan con fruición, ejecutada con excelente materia prima. Buenos platos de pescado como lubina al horno, el bacalao o la merluza (todo comprado el mismo día en el cercano mercado de la Abacería), o de carne como el rabo de toro, solomillo o cabrito al horno, sin olvidar las perdices escabechadas. Quizás sería mejorables los entrantes, lo cual no quita que sean también de buena calidad.

La carta de vinos es amplia, con referencias de varias DO, bien organizada y con unos precios realmente asombrosos (valga como ejemplo que tienen el Kripta de Agustí Torelló más barato que en Vila Viniteca, lo cual tampoco debería sorprender demasiado). Donde suspende es con las copas, toscas a más no poder.

Resumiendo, el Bilbao es ese restaurante para ir a degustar los platos de siempre y volver a casa dando un paseo antes de echarse una merecida siesta.

En el precio por persona incluyo los vinos. Fuimos cinco comensales y cayeron un Kripta, un Pago de Carraovejas Reserva 2005 y vinos de postre (Porto LBV 2001, PX, etc). Salió por 320€.

  1. #1

    Jeronimo

    Una pena que locales como el que describes, poco a poco vayan cerrando y convirtiéndose en hamburgueserías, chinos y otras cosas por el estilo.
    Una verdadera pena.

  2. #2

    Francescf

    en respuesta a Jeronimo
    Ver mensaje de Jeronimo

    Debe haber cambiado bastante... La última vez que fui nos cobraron más por un vino del Penedès que en Arzak. La decoración no era antigua. Era vieja. Las sillas parecían que iban a romperse del ruido que hacían al sentarse. Y los camareros de toda la vida nos trataron como si nos hiciesen un favor. De la comida no digo nada, que el cocinero es familia de una amiga... Un gran tipo que prepara unos callos de lujo... si todavía trabaja ahí :-)

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