Encantador y antiguo restaurante de comida auténticamente berlinesa. Personal amable y eficiente y, aunque sólo hablan alemán, tienen cartas en varios idiomas y es fácil entenderse con ellos dada su simpatía. Platos de raciones alemanas, esto es, enormes. No tienen muchos postres pero los que hay son buenos, sobre todo el apple strudel. Bebimos cerveza, de su propia elaboración. Excelente, aunque alguno la encontró amarga.
Abren a partir de las seis de la tarde, excepto los domingos que abren también al mediodía.
Un par de veces a la semana tienen espectáculos musicales o de cabaret.
En fin, que pasamos una velada encantadora.