Si hay una zona que ha cambiado en el centro de Madrid esa es Chueca, todavía nos acordamos de aquel barrio degradado e incluso peligroso de los primeros 90’s pero sobrado de autenticidad, de lo que nada queda en la actualidad, ahora es el icono “gay” de Madrid y un barrio con mucha vida, lleno de tiendas y restaurantes de todo tipo. Uno de ellos es esta taberna japonesa, que tiene fama de ser uno de los pocos “japos” auténticos de Madrid, con una oferta gastronómica más allá del sushi y de las modas de fusión reinantes. El local es pequeño y muy auténtico, con paredes decoradas con bambú y una atmósfera tabernaria. Nos acoplaron en una mesa de dos algo mejor que las normales, que están algo juntas entre ellas. Hay unas mesas de 4 hundidas en el suelo muy curiosas. Mesas discretas y con poca decoración. Comida de sábado y comedor a medio gas.
La oferta como decimos es completa y eminentemente japonesa, con aperitivos, entrantes, ensaladas, frituras, asados y arroces como apartados principales. También hay un apartado de sushi, por supuesto, pero nosotros quisimos pedir algo distinto. Nos confeccionamos un menú degustación con dos aperitivos, un arroz, una fritura, un asado y dos postres.
Dashimaki tamago (5€): comenzamos con esta tortilla japonesa, parecida a la francesa pero con una textura diferente, se toma fresca y está muy jugosa, la verdad que nos gustó bastante.
Maguro Natto (9€): se trata de atún rojo con semillas de soja fermentada y con una base de la propia salsa de soja, un plato muy bueno, gran calidad del pescado y sabor fresco y penetrante. Distinto.
Oyakodon (12€): un arroz japonés cocido con pollo, huevo y cebolleta, servido en una pequeña olla. Perfecto punto del arroz y pleno de sabor, coronado por el pollo marinado y con verduras por encima. Otro plato muy rico.
Salmón Misokuze (9€): lomo de salmón marinado con miso y posteriormente asado. Sencillamente espectacular, el plato que más nos gustó y quizá el mejor salmón que hemos probado. Enorme sabor y delicada textura.
Seta Katsu (12€): setas shitake empanadas y fritas, con salsa katsu. Lo que menos nos gustó del menú pues estaban un poco más grasas de lo deseable, pese al impecable punto del empanado que las hacía muy crujientes.
Tarta de chiffon acompañada con salsa de judía roja dulce y nata (6,5€): curiosa tarta de bizcocho de té verde, un poco seca aunque la salsa lo compensaba en parte. Bien pero sin emocionar.
Pannacotta con caramelo japonés (5€): servida en una copa pues era semi-sólida, con una capa de un rico caramelo por encima, postre original y refrescante que nos gustó bastante.
Lo cierto es que salimos satisfechos con la comida, sabores muy bien definidos, buen producto y una cocina que no podemos decir si es o no auténtica japonesa, pero que sí que nos pareció original y con un cierto grado de autenticidad, solo quizá las setas y la primera tarta no brillaron pero el resto de platos sí que lo hicieron. Únicamente hay que reseñar que la cocina tiene un horario muy japonés y cierra a las 15:45 más o menos, con lo que los dos últimos platos nos llegaron a la vez. Mejor por tanto comer a las 14 horas que a las 15 como hicimos nosotros, el ritmo será más tranquilo.
La carta de vinos resulta un tanto corta pero bien escogida, hay poco donde elegir pero con cosas interesantes, con precios correctos. Pero esta vez le fuimos infieles al vino. Comenzamos con un par de cervezas japonesas, Asahi (4,5€) y Sapporo (4,5€), ambas distintas y magníficamente lupuladas, ideales con los entrantes. Para después pensábamos en un espumoso inicialmente pero viendo la excelente carta de Sakes que poseen lo cierto es que al final nos decidimos por uno, hace poco participamos en una cata de Sakes Ginjo (el premium de los Sakes) y lo cierto es que nos pareció un mundo, además consultando a importantes sumilleres o al maestro Ricardo Sanz, siempre nos han comentado las excelencias de este producto a la hora de comer, así que nos decidimos por un Sake Ginjo Tosazuru Daikissho (17€ los 250ml) , un sake de una calidad excepcional, fino y elegante, muy sutil, lo cierto es que resultó un perfecto acompañante de la comida, aunque cierto es que se pierde la liturgia del vino que tanto nos gusta, a la hora de la verdad donde esté un buen Champagne con este tipo de comida…pero bueno, no está mal lo del sake. Servicio atento y amable, tanto por parte de la jefa de sala como de las camareras, estuvimos muy a gusto en la comida.
Pues lo cierto es que nos ha gustado esta casa, un restaurante japonés que los que saben de esto sitúan como auténtico en una vertiente casera más allá del consabido sushi, que también lo ofrecen y tenía muy buena pinta, con una oferta de Sakes excepcional aunque no tanto la de vinos. Al final y con un 30% de descuento en cocina por un club gastronómico salimos a 35 euros por barba, teniendo en cuenta el peso de la bebida en el precio no nos pareció nada caro, eso sí, ojo con los Sakes y en especial con los Ginjo que cotizan muy alto. Volveremos, tenemos curiosidad por probar el cocido japonés que ofrecen por encargo.