Restaurante de no más de 2 años próximo a Méndez Alvaro. Sala con mucha luz natural, bien climatizada, con apenas una docena de mesas. Mesas con separación justa, por lo que puede resultar bullicioso, sobre todo al mediodía. Carta basada en cocina tradicional y básicamente asturiana (incluidas fabes, etc). Bastantes pescados en la carta.
Servicio atento, aunque no muy profesional. Repartieron los platos principales en plan lotería, equivocándose prácticamente en todos.

En este caso, la comida era de trabajo (10 pax) con un menú pactado de antemano que consistió en:

3 raciones de pastel de cabracho (bien)
3 raciones de ensalada de ventresca (justita y nada del otro jueves)
3 raciones de pulpo a la gallega con cachelos (lo mejor de la comida; tierno, buen aceite y muy acertados los cristalitos de sal)
3 raciones de verduras con queso de cabra a la plancha (aceptable, aunque las verduras llegaron frías)

Segundos:
Elegimos entre merluza a la sidra, bacalao a la plancha sobre una cama de triqueros y carne de mayor a la piedra. Mi merluza bien simplemente. Más atractiva parecía la carne.

Postres:
3 platos de dulces variados ocultos, literalmente, por montañas de nata de spray (lamentable el uso indiscriminado de este producto). Rechazable.

Vinos: El menú incluía el vino de la casa Montecillo Crianza del 95 servido a temperatura un pelín alta y con copas de batalla (3 botellas). Sin embargo, pude ojear la carta de vinos (con alguna inquietud) y vi la presencia de algunos Riojas de los Eguren (San Vicente, El Puntido, Amancio, La Nieta, etc) y algún que otro Ribera destacable. Tienen mueble climatizado en la sala.

Total: 450€ (inc. IVA, cafés y chupitos)

Aunque la nota resulta un tanto baja, creo que es un restaurante al que volveré en plan privado por las buenas referencias que de él tengo.