En el pueblo de Layos cercano a Toledo nos acercamos a un pequeño Bar (no esta situado cerca del campo de golf), en la puerta solo pone Bar Nacho, lógicamente nos lo habían recomendado, por que si no te marchas, no esperas cenar allí, abajo una barra pequeña y al fondo una escalera por la que se accede al "comedor", al entrar 5 mesas con sus manteles blancos impolutos de papel al igual que sus servilletas, en la pared del fondo un pequeño ventanuco y una puerta en la que aparece una señora mayor que es la responsable de la cocina y sus platos, es necesario reservar y decirla que menú quieres, por que siempre esta lleno.
Aquí comienza el retorno a los sabores de hace tiempo, al menos recuerdo cuando siendo niño mis padres se juntaban con la familia y/o amigos y marchábamos al merendero fuera de la ciudad donde nos daban de comer.
Sobre la mesa un cestillo de pan, pero candeal, una botella de vino a granel que estaba bueno, no un pitarra aguerrido y por supuesto la botella de la casera, estupendo matrimonio y un chorreo constante de jarritas de 0,50 de cerveza helada.
Al centro una ensalada gigante ya aliñada con una cebolla dulce muy dulce y tomates de huerta (repetimos por que estaba estupenda), un plato de callos ricos y una tortilla de patatas amarilla, amarilla por el huevo, aquí la discrepancia surgió por que no llevaba cebolla, a unos les pareció estupendo y a otros no, y la estrella de la noche una fuente con tres conejos fritos al ajillo, autentica gozada, mientas dábamos cuenta de estas estupendas tajadas, bañadas con el ajo con piel machacado sobre ellas, discutíamos si este era de caza o no, ya que el sabor delicado y algo seco así hacia presagiarlo, terminamos con unas chuletas de cordero, que no aportaron nada.
Merece la pena su ensalada, tortilla y por supuesto el conejo, esta puesto en tapas por que la verdad, no tienen mas platos.
Sabores y precios de los de antes.