Un restaurante más de los muchos que abarrotan las estrechas, animadas y deliciosas callejuelas de los alrededores de la Grand Place.
Como la mayoría de ellos, posee la calidez que le otorga una chimenea con trampa, ya que los maderos son artificiales y el fuego lo proporciona la combustión del gas que sale por orificios practicados en los mismos.
Local estrecho y alargado, íntimo y muy cuco, bien iluminado y con la mencionada chimenea como principal elemento ornamental. Era muy atractivo, por eso elegimos éste de entre sus muchos vecinos.
Cocina tradicional francesa, además de pescados y mariscos frescos. Optamos por:
•Ensalada templada con queso de cabra y frutos secos.
•Tartaleta de Foie con manzana asada.
•Salmón grillé con salsa bearnesa.
Nada destacable, todo correcto sin más, algo plano y anodino.
Carta de vinos justa, con referencias francesas.
Buen servicio.
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