Ni carta, ni tarjetas

Restaurante situado en la planta baja de una casa del casco antiguo de esta preciosa villa, con un puerto pesquero con muchísima actividad y con un Mediterráneo que nos premia con excelentes especies marinas, que si además encuentra unas expertas manos para elaborarlas es todo un regalo para el paladar.
El local cuenta con muy pocas mesas, siempre lleno, el propietario te recita la carta con el pescado que le han traído este día, el vino también te lo canta, las referencias son más bien cortas y en el caso de los blancos se limita a vinos del Penedés.
La entrada la preside un letrerito, NO SE ACEPTAN TARJETAS, para qué?? si tiene una buena clientela y puede permitirse el lujo de seleccionarla.
Fuimos con poca hambre pues habíamos desayunado fuerte, por esto pedimos para compartir sólo una ración de sepionetes (sepias muy pequeñas) hechas a la plancha con el único aditivo de un poco de aceite y el jugo que desprenden ellas mismas, excepcionales.
El segundo fué una fresquísima lubina hecha también simplemente a la plancha, regamos la comida con un Sumarroca Blanc de Blancs y terminamos con dos cafés.

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