El restaurante cuenta con dos cocineros franceses y una decoración en negro bastante impactante. En la carta de vinos, por supuesto, caldos galos, además de algunos españoles. Muy buena la veloute de mejillones y berberechos. El foie micuit un poco escaso. Curiosa la lubina picada al chorizo. Nos gustó el magret y el ongle de buey. Tomamos un blanco francés Muscadet de Sevre et Maine sur Lies y un rioja Heredad Ugarte 2005. Nos pusieron un aperitivo, suquet de pescado, y un sorbete antes de los postres. En ese capítulo dulce lo mejor el moelleux de chocolate. La cena -en general- bien. Los peros vienen ahora. El camarero que nos atendió parecía un poco "sobrado". Se empeñó en que el Vi de Gel Gewurztraminer del Penedés no era español, seguramente por el nombre. Y lo peor -sin duda- la lentitud. Llegamos a las diez y cuarto y salimos a la una y cuarto. Tres horas para tres platos arroja una media insoportable. Menos mal que teníamos charla y se podía fumar. Un poco mas de ritmo es imprescindible si quieren asentarse. El servicio de vino no estuvo mal, cambio de copas etc, pero aparte del incidente del Gewurztraminer no tenían algunas referencias reflejadas en la carta. En su página web ofrecen dos menus, uno descubrimiento y otro gastronómico....textual. En la carta del restaurante en vez de "menú" ponen el término francés "formule". El camarero nos corrigió cuando hablamos de "menú gastronómico" y reivindicó el palabro galo, en contra de lo que dicen en su web: "menu gastronmique". En fin, tonterias aparte, comimos bien pero a un ritmo que no recordaba desde algunas experiencias similares de lentitud en Portugal....