Cena perfecta

Fuimos mi pareja yo, un poco "a la aventura" ya que por conocidos no conociamos este restaurante. Tras la buena valoración del comentario anterior y dada la cercanía decidimos ir a probar que tal estaba. El local es acojedor, con una decoración correcta combinando los materiales nobles, como la madera con la piedra. El restaurante cuenta con pocas mesas, unas 6 aproximadamente, lo cual genera una atención constante por parte del servicio, que por otro lado, fue especialmente amable y agradable. Nos decidimos por un menú 7, que contaba con pulpo a feira sobre un lecho de patatas hervidas cortadas muy finas. A continuación nos sacaron unos crujientes de bacalao, junto con unas piruletas, ya que no le quedaban más crujientes de bacalao, este imprevisto fue muy agradable, ya que las piruletas estaban especialmente sabrosas. Después nos sirvieron un montadito de morcilla de burgos con queso de cabra y mermelada de tomate muy rico, del cual destacaba la sorpresa de no encontrarte por encima del resto de sabores, el sabor fuerte de la morcilla. Para terminar los entrantes que incluía el menú, nos sirvieron cuatro navajas, de buen calibre, mordisco y mejor sabor. Cabe reseñar que como "extra" pedimos unas cocochas de merluza, que estaban sencillamente, para repetir. Como segundos platos, pedimos un bacalao y un solomillo de ternera. El bacalao estaba bordado, fresco, desespinado, en fin, impresionante, muy rico. El solomillo me gustó un poco menos, por que, a mi pareja le gusta hecho al punto y a mi poco hecho, pero a pesar de estar al punto, estaba realmente tierno, se nota que la materia prima es fresca y de primera calidad. Los postres no pueden ser sino, al igual que el resto de menú, caseros. Pedimos una tarta fresca de limón y una panacota, muy ricos también, con una textura muy buena y el dulzor justo, ni más ni menos, al menos para mi gusto. Por último, como colofón a la cena, nos tomamos un café y unos licores. La cena la acompañamos con una botella de Pago de Carraovejas, crianza.