San Vicente de la Barquera nos venía como anillo al dedo como parada para repostar a mediodía en las maratonianas jornadas que nos pegamos en nuestro viaje cántabro. Pregunté a foreros del lugar y me mandaron sin dudar a Las Redes, huyendo por mis indicaciones de lugares con mucho más renombre y reconocimiento a nivel de crítica. Me hablaron de sus mariscadas y nos gustó la idea, muy diferentes en su concepción a las que se preparan aquí en el Mediterráneo donde la gamba roja (léase Palamós, Dénia, La Garrucha…) es la reina indiscutible.
Reserva realizada una semana antes y gracias. Local lleno, incluso en la barra donde la gente toma vinos y algunas raciones. El local es bonito. Predominan los trazos típicamente marineros en su interiorismo: colores claros, pinturas murales de pescados…
Apenas tardamos en confeccionar nuestra comanda. Veníamos a ello: media de rabas y mariscada para dos (que se sirve en varios pases):
- Ostras del Cantábrico: Dos unidades por comensal. Su concha tiene un tamaño mediano, no así la carnaza, que da un buen calibre. Ricas.
- Almejas a la marinera: Muy buenas, especialmente la salsa: trabadita, para tomar pan y más pan.
- Rabas: resulta imperdonable no pedirlas por tierras cántabras. Ricas con un rebozado ligero que adolece de aceitosidad.
- Bandeja de marisco: Una cigala, tres gambas blancas, dos langostinos y un carabinero por persona. Todo se cocina a la plancha. Rico, aunque lo prefiero cocido (como dicen por el Norte) o hervido (como decimos aquí).
- Bogavante: Medio bogavante por persona, también a la plancha. Es aquí donde echo de menos la cocción por inmersión en agua caliente. Los matices del asado enmascaran en cierto modo la elegancia de su sabor.
- Buey de mar: Cocido, ahora sí, y perfectamente presentado. Una delicia.
Si les soy sincero no recuerdo si tomamos postre o no. Es muy probable que, acompañándome quien me acompañaba, cayese una tarta de chocolate, pero, con tantos sitios visitados y al no tener fotografía del mismo en el móvil, no estoy seguro de ello.
Acompañamos la jamada con unas cañas imperdonables al inicio (hacía calor ese día), una botella de Albamar y unos cafés que tomamos acomodados ya en las mesas de la calle. La carta de vinos es extensa y acertada, con una página inicial dedicada a los vinos del marco de Jerez.
Trato i servicio profesional, como en todos los sitios visitados a lo largo del viaje. No sé si fue suerte o esa es la tónica habitual en la hostelería norteña. Una delicia, vamos.