Valencia es una ciudad que tiende a potenciar lo ajeno antes que lo propio.
Desde mi punto de vista Valencia es una ciudad de gusto clásico, donde no hay no un solo restaurante donde no haya un plato de arroz, incluyendo los más innovadores. Si algo tengo que echarle en cara a mis vecinos de ciudad (restauradores y clientes) es exactamente lo contrario, que son excesivamente conservadores y les cuesta mucho salirse del arroz y la fideuà.