Se trata de una terraza en medio de una huerta donde prima la calma y el

Se trata de una terraza en medio de una huerta donde prima la calma y el silencio.El restaurante está bien decorado y las instalaciones son recientes, los lavabos unisex pero impecables.
Sin duda el ambiente es inmejorable para el verano. Trabajan carnes a la brasa y a la vista. ternera, buey (jiji), avestruz, cordero... sin salsas y en su punto. No se quedan cortos en la cantidad. Los entrantes se centran en platos tradicionales de la zona basados en hortalizas frescas y con poca elaboración... hay algunos aciertos.También tienen opciones más actuales pero no puedo opinar todavía. El pan es una tabla y toman nota persona a persona, sin dar la carta (¿para qué leer si una persona está para ayudarte? ) y el servicio es más que aceptable para el nivel que tenemos en levante.
El servicio del vino es correcto sin más y las copas mejorables, pero la selección es amplísima y los conservan en un almacén anejo que, aunque sin climatizar, está a buena temperatura (sabiduría popular infalible).
La magia del entorno hace que una velada buena se archive como excepcional en la memoria... de precio no sé porque me invitaron, pero creo que bien (los vinos un poco caretes, la verdad).

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