El restaurante es una casa palaciega, distribuida en pequeños salones, (lo que permite ciera intimidad) con decoración muy clásica y con gusto. Mantien el ambiente de la casa-palacio, con detalles "art-decó" muy agradable y una capilla autorizada por el Papa Pio IX. La cocina es pretendidamente moderna que choca un poco con el clasicismo que impera en esta tierra, nada más que por eso ya denota que es un cocinero valiente. Empezamos, de aperitivo, con una crema de coliflor con excesivo sabor a mantequilla, en los entrantes, el canutilo crujiente relleno de gamba, está bien pero cansa mucho debido a la masa que envuelve la gamba, (estaría mucho mejor, simplemente como aperitivo), el mayor fracaso lo encontré en el perrito caliente, un trasunto del hot-dog, en que la salchicha era sustituida por manitas, totalmente insustanciales, (decir que el sabor que más predominaba era el del pan tostado), un plato estéticamente agradable y supongo que para sorprender a los no iniciados, pero en cuanto al sabor nulo. Curiosamente, lo mejor llegaba con los platos clásicos, el solomillo de buey (creo que no era buey, sino ternera, pero de muy buena calidad), llegó a la mesa perfecto de cocción. Los postres también buenos, otra pega es el virolo, que no se si hacen ellos, pero los puedes encontrar en la pastelería "virolo", no creo que deba ser un plato de postre de restaurante, al que se le añade chocolate, almendras y crema pastelera. La carta de vinos echaba en falta algunos vinos modernos mas acordes con la carta del restaurante. No obstante un buen restaurante. A tener en cuenta ya que denota inquietud y buen hacer. Si solventa esta pegas, centrándose más en el sabor y mantiene la estética será muy bueno.