Nos despedíamos de Madrid y no pudimos elegir mejor sitio que El Padre, había leído muchas cosas buenas de este restaurante en Verema y tenía muchas ganas de visitarlo, reservé muchos días antes de viajar a Madrid, para asegurarme una mesa, menos mal, el restaurante estaba completamente lleno.
Nos atendió, creo que David, le dijimos que era la primera vez que les visitábamos, fuimos charlando y charlando de forma muy natural y acabó explicándonos cual era la filosofía del restaurante y un poco de historia del mismo, desde ese momento, nos estuvo atendiendo durante toda la velada.
Como me sugirió Eugenio en una de las conversaciones en Verema, nos pusimos en manos de David y le pedimos que nos eligiese tres entrantes para compartir.
Empezamos con una emulsión de tomate, nos comentó que ahora, llegando al final de temporada, los tomates los preferían servir así, ya que a estaban un poco ácidos, muy buen comienzo, suave y gustoso.
Nos dijo que el chipirón con cebolla caramelizada y aderezo de jengibre, era imprescindible, y lo fue, muy bueno, el chipirón con un poco de cebolla y mojado en la salsa, un bocado buenísimo.
Rematamos con unas croquetas de rabo de toro, crujiente por fuera y cremosas por dentro, pero el protagonismo está en el interior, el rabo de toro se deja notar, sensacional.
David seguía interesándose por como lo estábamos pasando y de vez en cuando intercambiando alguna pequeña conversación, todo esto hacia que, al margen de estar disfrutando de la comida, nos sintiésemos muy bien.
Los segundos fueron, unos escalopines de redondo de ternera con una salsa de champiñón, salsa perfecta para esa carne, por lo que pude probar, en opinión de mi mujer, muy buenos.
Para mi el solomillo relleno de foie con salsa de trufa, justo al punto que fue demandado, carne tierna, sin nervios y la trufa que ligaba de maravilla.
Del postre hablamos luego. Todo eso lo acompañamos con un Demencia (34€), en la carta estaba la añada 08, pero David nos dijo que mejor la 07, que nos buscaría una, resultó ser su última botella de ese año.
Después de olerlo, decidió dejarlo airear un poco y ponerlo a enfriar ya que esa botella no la tenía en la cava, cuando lo creyó oportuno nos dejó la botella en la mesa y nos dijo, ahora si, y empezamos a disfrutar del vino, previamente nos había descrito sus bondades, las del vino.
Eso es lo que busco en el servicio del vino, que el sumiller decida como debe servirse cada botella para poder disfrutarlo al máximo.
Ya habíamos acabado de comer y nos disponíamos a rematar la última copa, David se acercó y nos dijo, para acabaros el vino, os voy a traer un poco de queso, tres tipos, vaca, oveja, cabra con unas confituras y rematamos el vino de forma fantástica.
Ahora si, el postre, nos cantó unos cuantos y estábamos entre pastel de queso o flan de queso, David nos dijo, flan y además está hecho de hoy, no lo dudéis, dadas las sugerencias precedentes, no lo dudamos… sublime, dulce, suave, cremoso, para levitar, abstenerse los poco golosos…. O mejor, no absteneros. Uno de los mejores postres que he probado nunca.
Pues llegamos al final y como volvíamos en tren, una copa. Para eso, David nos dijo que mejor su hermano y ahí apareció el otro fenómeno, me explico, yo pedí un GT, sin problema, pero mi mujer le explicó que le apetecía algo dulce, no muy dulce, pero dulce….. pues con esa extensa y precisa descripción, Mario (supongo que era Mario), se aventuro a decirnos… entiendo, voy a ver que puedo hacer (entiendo?¿, yo pensé, no sabe donde se ha metido…).
Llegó con su carro y nos explicó lo que iba a preparar, una clase de cockteleria, no lo recuerdo exactamente, pero tenía ginebra, un licor que no recuerdo, zumo de manzana, lima exprimida, nos dijo que no añadía azúcar, que esto debería ser suficiente…. Pues mi mujer lo prueba y exclama, justo lo que quería!!, ¿Cómo puede ser posible?, este hombre tiene un don, es capaz de descifrar la mente de las señoras, yo llevo quince años con mi mujer y aun no lo he conseguido.
Pues hasta aquí he llegado, la experiencia fue muy buena, digna de un restaurante de alto nivel, pero lo que percibí, fue humildad, dedicación, disfrute y amor por lo que haces y enfoque a que el cliente salga satisfecho.
El precio del GT, Hendricks y Fever (11 €) y el del cocktel mágico (9 €), no los incluyo en la valoración del precio final.
Volveré tantas veces como visite Madrid.