Aparentemente normal, pero te sorprende

Asistí ayer con unos amigos a comer. La primera impresión, un miercoles a la hora de comer, es que estás en un restaurante de menús típico de zonas de oficinas, con mucho jaleo y sin ningún aporte estético. Aunque había menú optamos por pedir de carta: croquetas de ave y de rabo de toro (buenas aunque las de rabo un poco secas); los huevos del padre; y todos solomillos (unos a la parrilla y otros con pimienta). La materia prima es buenísima, pero lo que sin duda se sale, con mucho, de la normalidad es la atención de los hijos del dueño, los hijos del Padre (que anda por ahí con una boina hablando con algunos clientes).
Los hijos, David y Mario (si no me equivoco) se han especializado uno en vinos y otro en licores, concretamente en ginebra.
La pasión que trasmiten y el dominio de marcas, variedades, precios...... es abrumador.
Oir hablar al hermano del vino es espectacular, pero ver al otro hermano como prepara (con un carrito ad hoc)las bebidas es un lujo y estoy seguro que repetiré y no a muy tardar.
Estoy, eso sí, de acuerdo con algunos comentarios acerca del resto del servicio. No están para nada a la altura de los dueños y de la calidad que ofrecen.

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