En una antigua villa de recreo de Burjassot, encontramos este curioso restaurante.
Elegante la entrada, con un bonito cartel tipo banderola sobre la vegetación que sale de la finca, vegetación que también envuelve la acogedora terraza.
Ya dentro, la sala tiene mucho encanto, pues mantiene elementos originales -como el suelo de baldosín hidráulico- combinándolos con modernas aportaciones. Los cuadros están en armonía con los tonos pastel de las paredes. Se respira cierto estilo, una atmósfera que de algún modo te transporta al pasado. Silencioso el local, los comensales, el camarero… Pese a que las mesas están muy juntas, te sientes confortable en tu intimidad. ¿Será por los techos altos?
Yo sólo añadiría alguna luz indirecta, la iluminación cenital queda pelín desaboría.
La cocina está en sintonía con el local: parte de una cocina mediterránea de mercado a la que se le confieren guiños de actualidad.
Optamos por un “Menú de Carta” que te permitía elegir un primero, un segundo y un postre entre varios platos de la carta. Pedimos uno cada uno y… compartiresvivir.
De primeros:
• Escalibada con ventresca de bonito y tapenade de aceitunas negras. Se respetó la esencia de este plato mediterraneo, presentado en un cuadrado compacto.
• Huevo crujiente “Les Maries”. Aires de modernidad entraron en nuestra mesa con este huevo, que llevaba un gran sombrero tipo hongo de pasta filo y bajo el, el huevo envuelto en la misma pasta con trocitos de calabacín y zanahoria al dente. Había que destrozar la creación y al llevarlo a la boca, la pasta, churruscadita, daba la sensación de que eran puntillas de un huevo frito. Puntazo los escasos trocitos de las mencionadas verduras, que le daban chispa al bocado con esa textura casi crujiente. A mi gusto, el huevo poché, demasiado hecho.
Compartimos los primeros… y los segundos, que fueron:
• Merluza de pincho al grill con gambón y caldo de bogavante. Buen género, pero se les fue la mano: se les secó. Y perdió la gracia.
• Tarrina de cordero con su jugo y pasas. Resulta difícil tomar buen cordero por estas latitudes, aquí topamos con una excepción: excelso. Deshuesado y desmigado, se ligaba de nuevo presentado en forma de flan sobre un fondo condensado de su propio jugo y las pasas. Sabroso, jugoso, untuoso…
Y de postre:
• Tarta de castañas y nueces. Muy correcta. Me agradó mucho encontrar alguien que todavía trabaje las castañas.
Lástima esos excesos de cocción en el huevo y la merluza, si lo hubieran retirado ambas cosas un poco antes, la percepción y calificación hubiera sido mucho mejor. Sólo he estado una vez y desconozco si es tema de estilo de cocina o fueron dos descuidos.
Carta de vinos de ajustada dimensión, más bien clásica. Tomamos un cava, Agustí Torelló Mata Brut Reserva 2008. Acompañó bien toda la cena, pero fue con el cordero donde el maridaje alcanzó su máxima expresión. La frescura cítrica y los toques oxidativos bailando con la grasa y el sabor animaloide…
Servicio profesional, pero serio, austero… casi demasiado. No se puede decir que sea un tipo empático. No interactúa.
Y ahora viene el resumen real de lo vivido. Donde un restaurante se la juega, en la última frase:
Sí, volveremos.
Jajaja!! Me ha recordado a aquel anuncio tan contundente que decía: "En las distancias cortas es... donde un hombre se la juega" ¡Esos si que no tenían ningún tipo de mensaje subliminal!
Brummel, con mesa de billar y "churri" incluida.
JACS era la de la moto en "cueros" que buscaba al maromo...
Creo...
Joé Brummel!
Dios, olía toda ka discoteca a esa colonia!
XXXD
¡Coño, porque no se la jugaba ninguno!
XXXD!!
EL punto del pescado por favor...mas vale que falte que no que sobre como la sal.......
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