Respeto al patrimonio y buena cocina, qué más se puede pedir ? :-)

Esta recension se basa en la visita realizada el fin de semana del siete de abril, festivo por estos pagos levantinos.
Antes de los aspectos propiamente culinarios, quiero destacar el respeto al patrimonio cultural que los propietarios del restaurante han mostrado, rescatando una pequeña y coqueta villa de recreo de comienzos de los años treinta y que permite entender todo lo que se perdió en lo que otrora fue bellísima población de recreo de Burjassot (hoy en día habría que alargarse en excursión hasta ciertas zonas de Rocafort y Godella para entender qué fueron aquellos esplendores del pasado y lo que de ellos queda, que afortunamente queda, en el actual Burjassot).
El muy atento propietario del local te da de propia mano algunas indicaciones interesantes sobre la restauracion -arquitectonica- de la villa/chalet y te deja ver algunos elementos del patrimonio mobiliario de época, también conservado con sumo gusto en algunas zonas, pues otras han sido sacrificadas a una mayor funcionalidad del nuevo uso restauracional.
Y con esto último enlazamos ya con la otra experiencia de "restauración", que también consideramos muy grata. Llegamos con los estómagos muy propicios, pues la comida ponía remate a una bonita excursión en bicicleta desde la capital (grado de dificultad=cero, por carril bici). Los propietarios del restaurante muy amablemente ofrecen, por cierto, un rincón discreto para candar las bicletas mientras uno se "restaura" descansadamente.
Elegimos la pequeña pero coqueta terraza pues el tiempo acompañaba e iniciamos con unos entrantes, donde el elemento rey fue para nosotros unos "huevos crujientes de les Maries", muy muy buenos, acompañados por unas rodajas de pan bien sabroso.
De principal el que esto escribe pidio de primera opción rodaballo meloso. Sin embargo, ese dia no lo disponían en la carta. El "second best", con todo, se mostró en mi caso una buena elección: unos lomitos de dorada con jamon y cebolla caramelizados de esmerada presentación y gusto estupendos. El otro comensal se embauló unos medallones de solomillo con una salsa-puré de manzana y canela muy bien ligada.
También estuvo a la altura el capítulo de postres, con una tarta de castaña y nueces, por un lado, y praliné de avellana que pusieron un muy conveniente colofón a esta excursión al Burjassot del ayer reconvertido en restaurante de hoy que el que suscribe recomienda descubrir.
¡ Gracias !

Pd. No hubo capítulo de vinos, unas cervecitas son lo que rellenó ese ítem.

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