Buenas intenciones

Lástima que no termina de llegar.

Lo cierto es que cuando ves que un restaurante la da un espacio predominante al vino siempre es de agradecer, aunque le falte empaque, y al final acabe incluso fallando en el mismo.

El local es agradable, con un expositor de vinos a modo de separación entre el bar y la sala, para los que nos gusta el vino resulta incluso especialmente acogedor, local moderno, caminos de mesa, por avisar a los que les tengan especial manía.

El personal es amable, aumentando en cercanía conforme avanza la comida, el encargado de sala, entregado y con ganas de agradar, incluso se le vió especialmente preocupado cuando en una mesa próxima pidieron alioli para acompañar un arroz negro, se interesó por la razón, y se ofreció a cambiar el plato si no era de su agrado, cosa que rechazaron, pero como digo atención no le faltó.

El vino muy bien tratado, como han comentado copas Riedle, no sé como es la oferta, ni el precio, ya que opté por un menú cerrado por 35€ (todo incluído). Lástima que la selección de vinos del sumiller dejase bastante que desear, algo falla cuando los vinos propuestos son Viña Cantosán, tinto Yllera y otro rosado que no recuerdo, no sé, no es algo que esperase en un sitio así, en el que alguien con un mínimo de inquietud, -o por lo menos la que parecen mostrar en el tema del vino-, estoy seguro que puede encontar algo mejor incluso por menos dinero que los vinos en cuestión, no sé si vulgar es el adjetivo adecuado, pero es el que creo que más se le aproxima, de todas formas, es una laguna en lo que creo un buen servicio.

En lo que respecta a la cocina, también parece que lo intenta, pero no termina de convencer. El menú estuvo compuesto por una selección de pescados ahumado y marinados, acompañados de una vinagreta de fresas, quizás excesivamente delicada para lo contundente de los pescados, unos hermosos trozos de salmón, bacalao, sardina y atún, que ya digo, al ser de un tamaño considerable, descompensaban un poco el plato -pues sí, aunque parezca mentira me estoy quejando de la cantidad, bueno, quizás no, sólo de la ejecución-, para continuar sacaron un arroz marinero con chipirones y almejas, de calidad normal -buena para tratarse de un menú-, aunque el principal problema fue la falta de consistencia sápida del arroz, vamos, que sin estar mal, tiraba a sosillo. Y el plato principal consistión en un razonable trozo de un flojillo en calidad solomillo de ternera. De postre un vaso con una ¿espuma? de chocolate blanco, y ¿frutos rojos?, digna, sin más.

Resumiendo, si bien como platos de carta habrían resultado un pelín deficientes, como parte de un menú en el que por 35€, tienes todo (todito todo, pan, carajillo, servicio, IVA y todo) incluído (incluso "esos" vinos), creo que no se les puede pedir mucho más. Además, a pesar de que según la carta era mínimo para dos personas, no tuvieron inconvenuiente en individualizármelo. No descarto volver, aunque cuando cambien el menú.

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