Preciosa vajilla

Situado casi a las afueras de Terrassa, a escasos minutos de la autovía C-16. Fácil aparcamiento por la zona.

Dispone de varios salones. A nosotros nos tocó el feo: un altillo con dos paredes blancas y dos verdes. De estas últimas colgaban, si no me falla la memoria, tres bodegones que me parecieron espantosos. Suelo de terrazo. Mobiliario anticuado. Mesas de buen tamaño y separadas, aunque el eco de la sala facilitaba que se pudiese escuchar sin problema la conversación de la mesa de la otra punta del salón. Manteles ajados por el uso. Menaje correcto. El plato que te recibe en la mesa, precioso (ver foto). Cubiertos colocados como en una boda, supongo que para ahorrarse el cambiarlos con cada plato. Público mayoritariamente jubilado. Servicio de bar de menús, con los camareros moviéndose acelerados, dando la impresión de que tenían algo mejor que hacer que tomarte nota, y modales de película en blanco y negro. Para luego tardar y equivocarse... Carta principalmente compuesta por platos tradicionales. Disponen de varios menús. Elegí el menú de fin de semana, que incluye un primero a elegir de entre diez, un segundo a elegir de entre más de 20, bebida (agua o vino) y café o un postre casero a elegir de entre más de media docena por 25,-€, IVA incluido. De hecho, me pareció que había más variedad que en la carta... No me ofrecieron ni pedí la carta de vinos. Viendo las copas, se me fueron las ganas.

Almuerzo sabatino con mi hijo, quien tomó un segundo y un postre. Empezamos con un aperitivo consistente en una fina rebanada de pan de barra con una rodaja de morcilla encima y algo (fui incapaz de descifrar qué) encima con sabor a pimentón.

Mi hijo tomó el "Timbal" de pie de cerdo deshuesado y gratinado con muselina de "all i oli" (13,50€) - El cerdo estaba inmerso en una salsa blancuzca a modo de argamasa. La muselina parecía quemada con la plancha que se usa para la crema catalana. Además, llevaba una mirepoix de cebolla y pimiento rojo y verde que mi hijo dejó íntegra, y que representaba casi la mitad del plato. ¿Es mi hijo el único niño de 10 años con problemas para comer verdura? Si al menos hubiese estado cortada en brunoise, que es como lo hacemos en casa...

Yo elegí del menú:
- Ensalada refrescante con bolitas de melón y sandía con virutas de jamón y menta fresca - Un cuenco con hoja de roble, escarola, canónigos, varias bolas de melón y sandía de más de un centímetro de diámetro, un poco de cebolla, pimiento rojo y pimiento verde cortado en brunoise, crujiente (que no viruta) de jamón y una hoja de menta, suficiente para aportar frescor sin hacerse pesada. Bastante bien, aunque sabía principalmente a sandía y menta.
- Pularda rellena de ciruelas y piñones a la trufa - Una rodaja de carne con algo dentro que no logré identificar, cubierta abundantemente con algo que me recordó a una muy humeante salsa española reducida, un poco de puré de patatas reseco puesto con manga pastelera tiempo ha y unos trozos de piña de lata braseados. Inconfundible bouquet a microondas, pero nada de trufa :-(

Según pone en la carta, todos los postres son caseros. Mi hijo se pidió un helado de vainilla con chocolate (3,85€). Dudo muchísimo que el helado fuese casero. Y si lo era, corrientito, corrientito. Y el chocolate, normalín. Eso sí, la copa era curiosa.
Yo corrí peor suerte. Nos dimos cuenta que en la carta estaba repetida la tarta de mousse de limón. Había también una tarta de músico rellena de cabello de ángel y otra sin relleno. Me pedí está última, haciendo hincapié varias veces en que no me gusta el cabello de ángel y señalando con el dedo en la carta al camarero cuál era la que quería. Pues me la trajo rellena. Ante mi reclamación, se la llevó y me dijo que me la traería sin relleno. Al rato se presentó informándome que no existía la tarta músico sin relleno. ¿Lo harán para que parezca que hay más variedad de postres...? Le pedí una tarta "sucher" (supongo que es la "sacher" pero mal escrito). Tampoco había. Vuelvo a pedir la carta de postres y, al cabo de unos minutos, cuando el camarero tuvo a bien volver a pasarse por nuestra mesa, pido un flan de huevo con nata. Perfecto, tienen. Pasado otro ratito más, me traen dos flanes de huevo con nata y un caramelo con un regustillo metálico sospechoso. Estoy harto. Mi hijo hace rato que se ha terminado su postre y no quiero problemas. Me como uno de los insípidos flanes intentando no coger más caramelo del justo y preciso. La nata azucarada, de bote sin duda. ¡Olé los postres caseros! Menos mal que mi hijo no es tan mirado y se comió sin problemas el otro flan, aunque también intentando no tocar demasiado el caramelo.

Más de 17 euros por la comida de mi hijo y 25,-€ por la mía... Eso sí, tuvieron el detalle de ponernos una botella de agua de 1 l. y un par de bollos de pan sin cargo.

Si la comida es la misma en los salones bonitos, al menos ya hay un aliciente para ir. Porque lo que es la comida...

  • Un plato bonito, bonito :-)

    Un plato bonito, bonito :-)

Recomendado por 1 usuario
  1. #1

    pepecano

    Ya veo que no te gusto nada, seguro que tienes razon, hace mucho que no voy por aqui. Por lo que he oido cambio de dueños. Antes era un clasico en la ciudad.

  2. #2

    Francescf

    en respuesta a pepecano
    Ver mensaje de pepecano

    No, si me creo que es un clásico. La edad media de los comensales superaba sin problemas el medio siglo :-D

    Gracias de todas formas :-)

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