Todos quieren conocer a la niña bonita. Conocerla, probarla, hacerle algo. (No sean mal pensados ni de mente cochambrosa.) Desde que uno dice 'voy a Santiago dentro de medio año', no faltará quien te diga "tienes que ir a Mestizo". Y si preguntas a los colegas de la oficina, al taxista, o al concierge del hotel, te dirá lo mismo.
Fuimos.
Es un hermoso lugar, moderno, cómodo, de evidente buen gusto y con una magnífica ubicación. Maderas nobles, cueros, granito, unos baños espectaculares que le hace a uno pensar en ordenar la comida ahí.
Pero algo le falta. Mi cazuela de jaiba y locos (una especie de mejillones o algo así) estaba excelente, pero el "crocante de lomo de cerdo" estaba lejos, muy lejos, de merecer el mismo calificativo. De todos modos, es un deleite descifrar el menú. La carta de vinos cumple pero nada más, y el servicio del vino apenas cumple. Por la gente, la ubicación, etc uno volvería. Por la comida, quizá. Por los vinos, no.