Completamente de acuerdo con el comentario anterior. El salón interior muy amplio, acogedor. Mesas muy bien separadas. Ni clásico, ni moderno. Ambiente válido tanto para negocios como de parejas. Música ambiental que apenas se nota. Servicio muy atento, muy profesional, incluido el sumiller.
Carta internacional (pelín afrancesada), no muy amplia, pero basada en productos de la zona (materia prima de primerísima calidad). Los entrantes más elaborados que los segundos.
Sin detalles ni antes ni después.
Cena para 1 pax:
Ostiones sobre ragout de castañas con funghi porcini. Los ostiones son parecidos a nuestros santiaguiños. Sin embargo yo juraría que me pusieron locos (lapas de buen tamaño). Me quedé con las ganas de preguntar. Bien aunque no me entusiasmó el plato.
Cordero patagónico: Consistió en un rollito hecho con la paletilla y un carré de tres costillas asadas. De saltarse las lágrimas. De verdad que para repetir. Mágnífico de sabor y el punto conseguido, tanto en el rollo como en el carré. Se sirvió con un poco de polenta y un ratatouille de vegetales.
Sufflé grand manier con un sorbete de sambayón y naranja sanguina con aroma a menta. ¡Cómo me gusta de vez en cuando probar un postre clásico de entre los clásicos! si además está bien hecho.
Carta de vinos muy amplia pero excesivamente centrada en los chilenos. Simbólica presencia de vinos internacionales. Precios para nada abusivos. Buena asistencia del sumiller que recomendó un vino que me gustó: Santa Cruz Chamán Malbec Gran Reserva 2006, servido perfecto de temperatura y en copas buenas, pero que me hubiera gustado otra más grande.
Precio total: 72€ (aproximado por el cambio; incluye una botella de agua)
Nota: Sin duda, el mejor de Santiago