Local curioso, rústico, espacioso, alegre. Invita a la fiesta.
La zona de no fumadores es espectacular: sala casi circular, amplia, diáfana, techos altísimos, estructura de madera, con una especie de tronco de árbol del que cae agua en el centro, repleta de banderas, camisetas... Una fiesta.
Cocina brasileña muy correcta: salgados - picaha - feijoada - strogonoff - rodizio (éste solo los fines de semana).
Nos encantó una especie de croqueta muy tostada que llevaba carne y hierbabuena, tenía un original puntillo oriental.
De postre una interesante pizza-banana (pizza de plátano).
Comimos correcta y generosamente.
Carta de vinos muy escueta, de la que elegimos un brasileño, coupage cabernet/syrah (Miolo) que no estaba nada malo.
Servicio nativo, muy simpático y aplicado.
Para comidas/cenas informales, en las que se busca algo diferente, alegría y esparcimento, es una buena opción.
La caipirinha estaba realmente buena.
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