Siempre está lleno, por algo será.

Taberna tipo inglés, oscura, con mucha presencia de la madera, vasos colgando de la parte alta de la barra boca abajo, decoración muy sencilla con pin ups, cuadros vade retro, publicidad, etc...
Mesas de marmol con patas de hierro, sillas de madera. No es muy cómodo y la separación es mínima.
Manteles y servilletas de papel.
Los fines de semana dan comidas y sobre todo cenas... y siempre está lleno.
La cocina se centra en el avezado uso de la plancha y en la selección de buenas materias primas. Así encuentras embutidos de todo tipo, sepia, clóchinas, algún foie, revueltos y ese tipo de picaditas. Cierra la carta una selección de carnes que suelen estar más que correctas, como la de potro.
Todo lo que tomas está bueno, lo hacen con mimo. A destacar el revuelto de "farinato" salmantino.
La carta de vinos es muy muy escueta (no tendrá más de 20 referencias) pero bien seleccionada y con fotografías y notas de cata de todos los caldos. Tomamos un Nuviana Chardonnay y un Dominio de Tares Cepas Viejas.
Copas muy sencillas, bastas, pero decentes.
El servicio es extraordinario. Son gente muy joven que "están a la que salta". Ya querrían muchos grandes restaurantes tener en sus filas personal así de aplicado y agradable. Como las mesas son tan pequeñas y la comida suele ser de raciones al centro, en cuanto has acabado un plato aparece rápidamente una mano que alivia y desaloja la mesa.
Para los residentes en esta zona, una considerable opción.

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