El sitio es agradable. El entorno, bonito. El servicio, simpático. Pero ahí acaba lo bueno.
Pésima la calidad de la comida. El jamón con D.O. Huelva, infumable. No osé probarlo. El aspecto y el olor ya invitaban a irse a comer a otro sitio. Pero como iba con los niños... La manzanilla para acompañarlo, caliente. El arroz, de juzgado de guardia. Tampoco quise probarlo. No me atreví a pedir postre. De hecho, sólo me comí las aceitunas que nos pusieron de aperitivo y un vaso de agua. Eso sí, mineral embotellada.

Menos mal que no pedí vino, ya que la carretera de acceso invita a abstenerse, y la carta de vinos tampoco ayuda.

A cambio, una factura de 50,60€, sin vino ni postre ni café ni copa ni puro, y no parecieron sorprenderse al retirar los platos prácticamente intactos. Ni nos preguntaron. Creo que la cara que se me quedó ya les sirvió de referencia. De hecho, me fui del salón en cuanto nos sirvieron el arroz, y ya no volví a entrar. Esperé a mi familia en la puerta, fumando un cigarro para vez si se me pasaba el "cabreo".

Si alguien quiere visitar su página web, que no se deje engañar. Las fotos de los platos son sólo eso, fotos. En la carta no vi ni uno sólo de los platos que aparecen fotografiados. Ni siquiera el cocinero es el mismo que el que había el día que yo fui.

Un lugar a evitar.