Que el que va a su pueblo se deja la pasta. Tienen de tó. Excelentes quesos (posiblemente los mejores de la Comunidad), buen vino y aceite... y además, este restaurante donde la cocina es contundente pero con un golpe de buen gusto y presentación, eso si, sin caer en un concepto que ni les pertenece ni les interesa. Muy buen género. En eso se basa.
Sin embargo el local en si, por mucho que quiera, no puede quitarse la vitola de pueblo, y no lo digo de manera peyorativa. De entrada muy discreta, se aloja en la primera planta, quedando dividida la sala y la cocina por la escalera de acceso.
Decoración sencilla y escasa. Comedor presidido por una larga barra que sirve casi exclusivamente de servicio de camareros. Mesas bien vestidas, sillas de anea, vajilla y cubertería correctas, junto a buenas copas para el vino.
Los platos son cantados y algunos te hacen salivar, suenan contundentes y apetecibles. Sin embargo carta de vinos sí tienen. Referencias más que suficientes y apropiadas. No podía elegir otro que la estrella de la bodega del propio Almedíjar, su Señorío de Almedíjar (17 €.)
Mientras esperábamos, una Cruzcampo Gran Reserva de 75 cl. (5 €.) con sus copas a juego y unas Coca-colas para los chicos, con unas papas.
Aperitivo de cortesía, unos chupitos de ajoblanco buenísimos con unos trocitos de salmón en el fondo. No insistí a los nanos y me tomé tres, para que vamos a mentir.
Pan de hogaza acompañado de aceite ¡qué aceite! y unos cuencos de tomate rallado y ajoceite industrial (lástima). (6 €.)
Al centro, pulpo braseado con patata confitada de dos tipos. Una pata de pulpo levemente marcada, crujían las ventosas nada más. Plato bien montado y de correcto sabor, adornado con una pincelada de tinta de calamar. (14 €.)
Decir aquí, que cambiaron este plato solícitos trás mi torpeza al derramar la copa de vino intentando cortar la pata.
Ensalada mar y montaña, unas grandes hojas de buena lechuga junto a brotes tiernos, tomate kumato y alcachofa plancha, con sepida plancha y longaniza (8 €.) Ensalada no, ensaladota. La longaniza estaba ahí, pero a mi juicio no le hacía falta. Buena en definitiva.
Entrantes que sirvieron de principales en algún caso. Como la brandada de bacalao con cocotxas (9 €.) y las patatas a lo pobre con güeña y huevo de corral (8 €.). Suave el primero, especial el segundo. Servido éste en sartén, con sus ajitos, cebollita, ese huevo...
Hamburguesa de buey al plato para el pequeño. No puedo poner precio pues no la cobraron, ya que se les olvidó de inicio y consideraron este fallo imperdonable, tanto como el mío de antes. Al final llegó tirando a cruda y ni siquiera pudo hacerse en la piedra, ya sin fuerza, de mi solomillo de buey (21 €.) Excelente carne. Sin duda, es lo principal del restaurante, sus carnes a la piedra. 250 gr. aprox. de solomillo que sorprendentemente hicieron las delicias de mis hijos. Pues si el de 7 empieza ya a descubrir estas cosas... apañaos vamos.
Finalizamos con tres postres caseros que compartimos en parte tal y como hicimos con los platos anteriores. Un flan de queso con mermelada de moras, helado de chocolate blanco con natillas y polvo de pistacho, y helado de dulce de leche, ya no tenían la torrija que lo acompaña habitualmente (11,50 €. los tres).
Café, cortado y agua completaron la cuenta.
Servicio atento, diligente... salimos satisfechos y con la idea de volver, de querer compartir una próxima comida con amigos o familiares.
Una grata excursión en tierras de Kop. Bien puede presumir.
El poner precios parciales esta vez se hace necesario como referencia a aquel que vaya, pues no tienen carta o no consideran sacarla.