Local chill-out minimalista en tonos verde manzana y blanco. Algunas luces indirectas lo hacen acogedor. Mesas laterales un poco juntas, lo que hace que cuando el camarero sirve a la mesa de al lado tengas su espalda (y el trasero) casi pegando a tu mesa. Por otra parte, en cada mesa hay un "raclet" (plancha) para hacerte carne y/o verduras tú mismo. Esto le da originalidad. De momento la carta es escueta, aunque como muy positivo decir que la comida está bien de precio. Pedimos un foie con mermelada casera decente y luego un "raclet" de carne de avestruz con acompañamiento. Las copas de vino sorprendentemente decentes para la inexistente carta de vinos (por escueta y rozando lo insultante en cuanto a precios)

Sigo sin entender porqué un local donde los camareros se esmeran por atenderte, se gastan un dinero en decoración y buscan toques originales no prestan nada de atención al vino (complemento perfecto para este tipo de locales "cool"). Creo recordar que había unas 7-8 refeencias. Ninguna valenciana. Y lo mejor era un crianza de Ribera del Duero (sin especificar) por 23 euros. 2-3 vinos navarros a precios altos y un par de blancos (y lambrusco, eso sí).

En fin. El vino sigue sin considerarse un plus importante en algunos locales como complemento a la comida. Una pena, porque con un vino decente hubiera ganado todos los puntos el local.