Restaurante situado en pleno corazón del Barrio de Salamanca en Madrid. El comedor está dividido en dos estancias de diferentes tamaños, pero en cualquier caso no muy grandes, sin ventanas ni luz natural y las mesas están bastante cercanas entre sí. El servicio fue rápido, atento y profesional. Tomamos unas originales lascas de mango y foie, seguido por un milhojas de ventresca que, aunque el nombre lo insinue, no lleva hojaldre, sino que es una ensalada superpuesta en varias capas de pimiento, ventresca, cebolla, salsa de aceituna amarga y una ligera mahonesa que al deshacer y mezclar le da un excelente sabor, y para finalizar unos correctos chipirones encebollados. El postre fue una deliciosa filloa. En general, hay que decir que la materia prima es buena y la elaboración muy conseguida. La carta de vinos la vi escasa, predominan riojas y riberas, y poco más en tintos; en blancos, aún más escasa, nos decidimos por un Martin Codax 2007, como siempre, muy bueno.
Por cierto, a la entrada tiene una amplia barra donde se pueden tomar las mismas raciones que en el restaurante.
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