Caro
Hartos de comer en restaurantes italianos de medio pelo, decidimos darnos un capricho y acudir al afamado Orrery en busca de viandas que nos hicieran olvidar las infames lasagnas y hamburguesas tomadas desde nuestra llegada a Londres.
Local situado en un primer piso al cual se accede o bien por ascensor o por unas bonitas escaleras de mármol. Una vez allí, te reciben con una buena dosis de agasajos y te acompañan a tu mesa. El local es moderno, amplio, con sillas muy cómodas y una buena distancia entre mesas. El menaje de mesa es de calidad y las copas Riedel serie Vinum (hasta para el agua). Para hacer boca nos trajeron unos vasitos con una crema de trompetas de la muerte que estaba para chuparse los dedos.
De primero compartimos un foie micuit con chutney de albaricoque y mermelada amarga de naranja bastante bueno. De segundo optamos por un salmon confitado con una suave crosta de hierbas, verduras (judías verdes) y vieira muy correcto y un tournedó rossini con foie fresco puré de patata y salsa perigourdine (salsa hecha con foiegras y trufa rallada). Este plato fué brillante. De postre tomamos un especie de coulant de chocolate amargo con bayas y naranja que no nos gustó especialmente y un platano helado bañado en ron con cacahuetes caramelizados exquisito. Carta de vinos amplia, con referencias de todo el mundo a precios londinendes (o sea descabellados). Ningún vino bajaba de 30 libras
Tomamos un “Ruppertsberger” Burklin-Wolf 2007 de Pfalz a 43 eurazos (en tienda creo que debe valer unos 14 o 15 euros) servido a buena temperatura y los camareros siempre pendientes de que tuvieramos las copas llenas.
Buenos petit-fours y cafés horrorosos completaron el ágape.
En resumen, micuit para dos, salmon, filete un par de postres y un riesling básico 160 libras. Hay que decir que todo en general estaba bueno (solo bueno) pero pagar 173 euros por la cena antes descrita me parece un atraco en toda regla.