Vamos a ver: es un sitio corrientillo, sin más. Un servicio muy atento, eso sí; cosa que es muy importante, esencial. Y el vino también sorprendente por lo acertado en la selección de referencias de la carta en la que aparecen verdaderos descubrimientos a un precio muy bueno... Y pare usted de contar: el entorno es un auténtico despropósito de luces ¡¡rojas y verdes!!, aptas, tal vez, para un club de carretera de los años 70, pero no para iluminar mesas de un restaurante (no pude ver el color de los vinos). La cristalería no está a la altura del vino. Y la comida.. bueno, bien, pero nada más. Es un sitio más. Para comer no es un referente. Y la cuenta cara. Lamento ser el contrapunto a las notas anteriores.