Son adjetivos que pueden aplicarse a este local. Es un restaurante, pero no al uso, o al menos es muy diferente a todo lo que yo conocía. Para empezar no tiene carta, ni puedes ir allí sin previa reserva y haber acordado el menú con los responsables, fijando platos, vinos, precio y demás. Y las posibilidades son muchísimas, el límite es la imaginación culinaria y el bolsillo claro.
Fuimos unos cuantos de TàrracoVinum, la decoración es muy moderna y de gusto, confortable. El menaje en línea, y el servicio del vino de enorme calidad, con conocimiento y estilo en los múltiples tipos de copas que tienen. El tema les encanta y eso se nota enseguida.
Comenzamos con una piruleta de pizza, seguimos con una croqueta líquida de pollo de corral y empanadilla de sobrasada (lástima que sólo hubiera 1 de cada porque estaban riquísimas). A continuación carpaccio de magret de pato con salsa de yogur, combinación muy lograda, para rematar con tataki de salmón y luego presa ibérica. De postre helado de higo. Todo en raciones comedidas y con preciosa presentación. A una comensal no le gusta lo crudo, por lo que la invitaron a entrar a la cocina y concertar con el cocinero las alternativas.
El vino lo llevamos nosotros, por lo que de la carta no puedo hablar, sin embargo los expuestos a la entrada (todos en venta) reflejan una acertada selección, incluyendo dulces y vinos extranjeros, sobre todo alemanes.
el pan es de elaboración propia, con múltiples variedades a cual más buen y original: morcilla, pimentón,...
En resumen, pasamos un rato estupendo, cenamos muy bien, la atención profesional, cercana y muy amable.Estoy deseando volver.