Como ya se ha comentado la decoración, sólo diré que los sofás son bastante incómodos para comer. Las mesas están demasiado juntas y cuesta moverse por la sala. La vajilla, cubertería, cristalería,... son corrientitas, corrientitas. Servilletas de papel. El servicio, lento y olvidadizo, y eso con la más de la mitad de las mesas vacías. Carta de vinos muy corta y con vinos entre 15 y 25 euros mayoritariamente. Servicio de vino prácticamente inexistente. Sólo nos sirvieron al abrir la botella, y encima cayeron unas gotas en la mesa y no las limpiaron.

La mayoría de los platos se sirven como tapa o como ración. La carta, de entrada, tiene buen aspecto. Almorzamos 6 tapas a compartir entre dos. Muy bueno el tartar de buey de Nebraska (5,70€) y las ancas de rana (5,60€). Buenos los calamares (5,70€). Curioso el risotto con conejo, setas y zanahoria (6,-€). No nos gustó demasiado el pulpo (5,50€) y los raviolis thai (4,50€). Pasaron más de 10 minutos entre los cinco primeros platos y el último. Los postres me decepcionaron: el Drácula (3,90€) no me pareció nada especial, más allá de su nombre y origen, y la fondue fría (6,50€) simplemente correcta.

Un agua de litro (2,40€) y una botella de Señorío de Alange Syrah (13,95€).

Como alternativa para el domingo, bien.

  1. #1

    Bernie

    D´acord amb tu amb el tema del servei.
    No m´ho imagino totes les taules complertes.

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