Tras unos cuantos años de la primera visita en la que sorprendía por la presencia y trato del vino desde tener un ipad (de los primeros del mercado) como carta de vinos (la primera que ví en un restaurante) y la proyección en pantalla de los platos elaborados con un servicio en sala de primer nivel y una cava visitable que también tenía un especial encanto. Unas mesas corridas, por entonces poco frecuentes, aún daban más un toque de modernismo inusual para la época.
Ahora hay unas mesas en el pasillo de entrada frente a las oficinas acristaladas y la barra. La sala propiamente dicha y un comedor privado al fondo, cuadrado y habilitado con dos largas mesas de 14 y 16 comensales, algo apretados pero que merecía mucho la pena para poder estar aislados. Mesas bien vestidas, buenas copas, cubiertos y vajilla; siloncitos cómodos. Buen servicio de sala y magnífico servicio del vino. Buena cadencia de platos desde cocina.
Menú cerrado con elección de segundo plato (carne o pescado) con motivo de clásica reunión anual, con cambio de destino de la cena con el fin de potenciar el apartado vinícola. Pero... ya un visionario PepeCano anunciaba hace 9 años en el titular de su comentario: "El vino toma más protagonismo que la comida". Aquello se ha multiplicado por 10 y la falta de quorum de otros comensales lo confirma. El local mantiene un muy buen nivel en la parte enológica, incluyendo sus propios vinos Ferrer Bobet, pero la cocina ha bajado muchos escalones. En el propio impreso individual con el menú ya es significativo que los vinos están en primer lugar y el menú a continuación.
Lo que tomamos en vinos: Mas Bertran cava Balma brut nature 2014 que gustó y se empezó en barra y se siguió en mesa, Celler Mont-Rubí White 2018 un blanco bastante más complementario para dar paso al protagonista principal de la cena: Ferrer Bobet Selecció Especial Vinyes Velles 2014; posteriormente pudimos comparar, antes del postre, con un Ferrer Bobet Vinyes Velles 2011, que gustó mucho su estado de evolución (a algunos más que el primero). Para el postre se eligió algo más dulce: Niepoort Porto Ruby 2014, que quedó un poco eclipsado por el tinto.
Lo que tomamos en comida para la cena fue compartir entrantes al centro de la mesa y un principal y postre servidos de forma individual:
. jamón 100% ibérico: muy bueno, finas láminas, muy sabroso. Acompaña pan de coca, algo tostado y con tomate.
. coca de escalibada con anchoas del Cantábrico: excelente bocado con buena materia prima. Muy recomendable.
. hummus con cúrcuma y crudités: buena elaboración, buena texturas.
. fricandó con setas: muy amplia ración de carne (incluso excesiva) pero con una presnetación más propia de menú del día de bar de barrio. Bien de sabor y textura. La otra opción fue de bacalao a la donostiarra referido como correcto pero en ración casi minimalista.
. yogurt con frutos rojos y fresas: muy ligero el yogurt y regular la calidad de los frutos rojos y las fresas (¿las fresas no son frutos rojos?).
En general tuvimos una cocina poco interviniente sobre un producto entre bueno y correcto, con unos emplatados muy básicos. Los vinos salvaron la noche.
Por supuesto unos cafés finales y unos petits fours de coca y de chocolate muy bien recibidos. Hubo quien amplió con Gin tonics ya fuera del local.