Entre le Museo del Prado y el Retiro encontramos este clásico restaurante madrileño. Cocina típica con su cocido, buenos pescados y correctas las carnes. Comimos el menú de mediodía y nos encantó, sin ser nada del otro del mundo, puedes difrutar de unos buenos platos de cuchara bien elaborados, sin florituras pero con buenos resultados.
La carta de vinos es algo corta con excesiva presencia de Ribera y Rioja, aunque a decir verdad, estos vinos son los que mejor armonizan con esta cocina. Las copas muy mejorables.
Servicio atento, amable y profesional.

Muy recomendable si se visita el Museo.