Siendo desde tiempo, un peregrino de las mesas con "algo más",

Siendo desde tiempo, un peregrino de las mesas con "algo más", cada vez que regreso a Sala, tengo la sensación de que una estrella, mantenida desde hace años, es el punto justo de un restaurante. La carta mantiene platos perfectos y experimentados por mil y un gourmets (Butifarra con rossinyols, espardenyes...) y a la vez todo tiene el toque de un chef que, al parecer, está dejando espacio para que sus hijos continuen con el negocio. En síntesis, pocos trucos y poca pamplina, cocina contrastada y una bodega impresionante que ya quisieran más de cuatro 2 y 3 estrellas.
Continuaremos vistándolo de vez en vez.

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