Cambio de nombre no de esencia

Ha cambiado de nombre, llamandose ahora Ágora, y tras un tiempo sin aparecer por allí fuimos a cenar tres personas. De beber vino Montepinadillo roble, recomendación de la casa, un Ribera del Duero aceptable pero sin pretensiones. De comer pedimos el crujiente de gambas bien, pulpo a feira regular, ensalada de pollo marinado correcta aunque decía en la carta que tenía tomates secos que finalmente nunca aparecieron. Por último un entrecôtte con ajos tiernos aceptable, no les quedaba y al final sirvieron solomillo sin modificar el precio. De postre helado, regular. En definitiva uno de esos sitios que no te dejan huella pero que tampoco un mal sabor de boca, por lo que a lo mejor algún día uno se sorprende repitiendo.

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