Un restaurante acogedor, íntimo, donde se come bien y donde te tratan mejor. No es asequible, la carta es corta pero de vez en cuando vale la pena.
Ya que es verano, optamos por unos tomates raff con habitas, y unos suculentos lomos de salmón con una vinagreta de miel excelente. De segundo, un solomillo al foie y un magret de pato a la plancha con micuit. Ricos, ricos.
De postre, un tiramisú (excesivamente lácteo para mi gusto), adornado con un capricho personal, cuatro physalis.
La carta de vinos va a ser remodelada en breve. Optamos por un Finca Antigua, que tampoco suele fallar.
Excelentes las patatas fritas de aperitivo.
Se permite fumar (ya les queda poco), no disponen de wi-fi y la atención de la dueña, como su marido Miguel, excelente.
El lugar no es bueno para aparcar, pero de 14 a 16 la ORA es gratis. Uno fue en moto y sin problemas.
Repetiremos.
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