De toda la vida.

Restaurante clásico, honesto y servicial. Cocina de toda la vida, con excelentes materias primas y servida con esmero. Postres de la tierra, traídos directamente de las mejores pastelerías de la ciudad. Bodega exageradamente "riojana", pero correcta (tomamos un Calzadilla Cabernet 2004, en su punto). Servico muy amable. Decoración a la antigua, acogedora, pero para mí demasiado sobrecargada. Ambiente un poco ruidoso. Consejo amigable: dénle una mano de pintura a la fachada y quiten la horterada quijotesca.

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